La sonrisa de Crakium se acompañaba de alguna carcajada mientras veía como varios intentaban escapar a algún perro, aquella risa sonaba aun más, cuando alguno de los perros, clavaba sus afilados dientes en alguna pierna o brazo. Siguió caminando y vio un alto edificio de piedra negra. Un cartel con letras doradas rezaba
"FORA"No entendió que era, y se quedó esperando a Quiómus, para ver si le podía resolver su duda. Tras unos minutos mirando el cartel, giró la cabeza y dirigió la mirada a un Hórtrux que lo miraba entretenido. Quiómus se había quedado mirando al grupo de aprendices que cantaban alrededor del árbol, así que pudo hablar con el pequeño a solas por primera vez.
- ¿Te gusta el Infierno, pequeño Crakium?
- Si, pero diría que he llegado con mucho tiempo de adelanto.
- ¿Mucho tiempo?
- Si, muchos dirían que no tengo edad para estar aqui, sino en los brazos de mi madre.
- ¿Realmente deseas eso? - preguntó extrañado.
- Si realmente quisiera eso, hubiera ido llorando al juez en el Montaet. Se puede decir que no siempre hay que hacer lo que se supone, sino lo que se siente.
- ¿Y qué sientes?
- Siento que aquí me aguarda un largo y arduo camino por avanzar. Si tenéis interés en mí, es porque algo habéis visto. Y bueno, aquí está mi difunto tío, y como veo que también es otra promesa del lugar, decidí quedarme.
Hórtrux se quedó pensativo en las respuestas del joven. Realmente tenía un futuro alentador, pero había que ponerlo a prueba, y aquel edificio era una gran oportunidad para ponerlos a los dos. Comenzó a hablar, apuntando al edificio.
- ¿Entiendes el letrero?
- Se que es latín, pero recuerda que sólo tengo 12 años. En teoría no se hablar muy bien.
- "Fora" significa Fragua. Aquí es donde forjamos a nuestros soldados para la guerra.
Crakium se quedó mirando fascinado a aquel edificio. Se imaginaba a soldados con imponentes armaduras y espadas amplias con las que segar la vida de los mortales. Una sonrisa emergió entre las comisuras de sus labios.
- ¿Te gustaría tener una pincelada de tu futura armadura?
- Claro, ¡claro que si!
- Esperemos a Quiómus, el decidirá si quiere su pincelada de armadura.
Quiómus se acercaba a paso lento, observando la conversación de lejos, pero al ver que los dos le miraban, comenzó a aligerar el paso con el fin de llegar cuanto antes. Su Prexiom le lanzó la pregunta antes de que llegara a su círculo.
- ¿Te gustaría tener tu propia pincelada de armadura?
Aquella pregunta lo dejó algo aturdido, pero tras ver la mirada de su difunto sobrino. Respondió claramente.
- Si, claro, para las misiones puede ayudar.
Crakium asintió y tras una breve pausa de solemnidad, acompañó a Quiómus y a Hórtrux hacia la puerta de la Fora con lentitud y agitación.
Se situaron frente a la puerta, y tras tres golpes al llamador con cabeza de dragón, la puerta hizo un leve click, para comenzarse a abrir lentamente. Una figura con traje grisáceo y un martillo en la mano izquierda alzó su voz, la cual retumbó por toda la estancia, proporcionando un eco sepulcral.
- Bienvenidos a la Fora. Donde forjamos personas desde tiempos inmemoriales.
Quiómus sintió un escalofrío por toda su espalda al escuchar aquella frase.