Giró la cabeza y pudo atisbar a varias señoras, éstas en cambio, iban con varias joyas, vestidos con puntos brillantes, pensó que eran joyas muy caras. A su lado iban varios ayudantes vestidos casi de bufones, y con colores llamativos. Algunos portaban cestos cargados de fruta y telas. Decidió que ese grupo de personas no le aportarían nada, así que, quiso meterse por alguna callejuela. Se puso a mirar las casas, y casi todas estaban con grietas, y puertas rotas. Entendió que se estaba metiendo en lugar pobre y, probablemente peligroso. Comenzó a andar deprisa para intentar salir de aquel barrio. Cuando al fin pudo ver el final de la calle se topó con un alto muro de piedra caliza. Alzó la mirada y pudo ver que arriba del todo, habían varios hombres oteando el horizonte. Uno de ellos escuchó un poco de ruido en la parte inferior y miró. Tras verla durante unos segundos, habló.
- ¿Eres mendiga pequeña?- comentó con cierta fuerza.
- No, tengo a mis padres montando el puesto.- soltó sin pensar, mis padres...sería una buena excusa pensó, al menos por el momento.
- Pues vete con ellos, este barrio es muy peligroso para una pequeña sola...
Segundos después un hombre se acercó por detrás, y anunciando al guardia que era su pequeña, la agarró fuertemente del brazo hacia él. La pequeña comenzó a forcejear fuertemente y el centinela se puso en tensión. Aquel hombre se dio cuenta y habló.
- Estas niñas sólo saben pasear y no avisan a sus padres, vamos para casa, que tienes que atender la panadería.- y con una sonrisa tiró del brazo de la pequeña.
La niña comenzó a tener pánico. Aquel hombre la quería para algo, y seguramente no sería nada bueno. La presión de la mano contra su brazo iba calando, y sintió como los dedos comenzaban a atisbar el hueso, pero segundos después aquella presión cedió por completo. Quiso echar a correr, pero lo pensó dos veces, porque si lo hacía aquel hombre podía ir detrás de ella. Aquel hombre cayó al suelo como un peso muerto. Ella se quedó quieta y tras pasar unos segundos, miró hacia el cuerpo y vio como una flecha negra atravesaba la espalda y el pecho de aquel hombre.
Pequeñas lágrimas comenzaron a surcar sus mejillas, mientras veía a aquel hombre tirado sobre la arena. Segundos después una mano se posó en su hombro derecho. Quiso gritar, quiso echar a correr, pero aquella mano no era como la anterior, le transmitía calma, serenidad, le transmitía paz. Se giró para ver quien era pero no vio a nadie, salvo a aquel hombre en aquel alto muro, saludándola con una sonrisa. Se acercó lo más cerca del muro que pudo, y le preguntó algo que no entendía.
- Perdona, ¿has visto si alguien ha posado su mano en mi hombro?- preguntó extrañada.
- No pequeña, no tenías nadie al lado después de que ese enfermo cayera.- respondió contrariado.
- Gracias por la respuesta...y por acabar con ese hombre.
- Un placer señorita, ahora acuda con sus padres, porque por aquí hay muchos iguales, vuelve cuando quieras, y te enseño las vistas desde aquí arriba- comentó despidiéndose con una sonrisa.
- Encantada estaré, espero estar aquí unos días más.
Tras girar sobre sus talones, comenzó a andar pensando en quien le había puesto la mano en el hombro. Nunca supo como, pero llegó a la calle central en un momento, topándose de frente con el puesto de sus nuevos amigos, que la miraban con extrañeza. Ella no entendía aquella mirada, pero pronto resolvieron sus dudas.
- ¿Dónde estabas, pequeña? Estábamos preocupados por ti.
- No os preocupéis, sé cuidar de mi misma...y si no lo hace un centinela.
- ¿Cómo?, ¿Qué has dicho?
- Un hombre me ha intentado llevar con él, pero un guardia me ha librado de ello.- terminó con una amplia sonrisa.
- Ah...pues muy bien, para eso están.- comentó la mujer.- Ahora ponte aquí a ayudarnos, que tenemos que vender casi la mitad para poder pagarnos una posada, para mañana seguir con nuestro viaje...
- ¿A dónde?- preguntó con nervios.
- A recorrer el mundo pequeña, a recorrer el mundo...
Aquella afirmación recorrió por todo su cuerpo haciendo que la hiciera temblar. Iba a ver todo el mundo, pero había algo que no la dejaba disfrutar totalmente de aquella respuesta...¿Quién le había puesto la mano en el hombro?